En cierta ocasión me preguntaron…¿porqué tenemos apellidos? Es algo tan natural, tan consustancial con nosotros, que nunca había prestado atención… a mis apellidos.
-Pues para saber quien soy, quien es mi familia.
Fue mi respuesta apresurada, para salir del trance inesperado.
Después, cuando he vuelto a formular la pregunta a otras personas, he recibido multitud de respuestas y de lo mas variopintas:
-Para poder identificarnos, dijo uno, sería un lío para llamar a alguien.
- Si no fuera por los apellidos, igual te casas con tu prima y no veas el follón, me contestó otro más práctico aún.
- El apellido, sentenció alguien, es el nombre con el que se distingue a la familia a la que perteneces.
Familia y apellido, así se configura ese, a veces, tan complicado binomio cargado de fuerza y que solemos enarbolar como nuestro estandarte personal.
¿ Pero como surgen? Eso si que ya es más fácil de contestar. Las respuestas venían cargadas de datos y argumentaciones, que si los que se originan a partir de un nombre propio, que si de una profesión, o un lugar…
…Sí, ¿os acordáis de aquella extraña clasificación que teníamos que aprender en la escuela? …Claro,esa misma que después de tantos años sin oírla, se te ha venido a la cabeza: patronímicos, toponímicos, descriptivos…
Y mi familia, mi apellido…mi Aranda…¿ donde lo meto en esa clasificación? Ya puestos a saber de mi gente, quería saber algo más, y pensé que podía empezar por su origen.
Pero para ser el primer día, quizás ya esté bien. ¿Si te apetece seguimos otro día?
…Y hablamos de los Aranda.