Mientras te comentaba algunas cosillas sobre Pascual Sánchez, caí en la cuenta de que un paisaje y un lugar nos va a surgir constantemente durante las próximas semanas, y que antes de continuar, sería conveniente conocerlo un poco.
Me refiero al castillo de la Mota. Si bien ese es su nombre, tomado del cerro donde está enclavado, también se le ha llamado Alcalá de Aben Zaide, denominación que proviene la traducción que aparece en las crónicas cristianas del nombre árabe, Qalat Banu Said, o Qalat Ibn Said.
Una vez conquistada definitivamente la fortaleza por el rey Alfonso XI en 1.341, la ciudad que se forma en su interior y, que, poco a poco, se va expandiendo hacia su ladera Este, pasa a llamarse Alcalá la Real. Pero la fortaleza, no obstante, mantendrá hasta hoy, el nombre con el que es conocida : La Mota.
Dibujo del Castillo de la Mota. S. XVII
Está ubicada la fortificación sobre una colina que ronda los mil metros de altura sobre el nivel del mar, y que llegó a ser el punto neurálgico de una línea defensiva, casi inexpugnable, colocada por el reino nazarí de Granada en su frontera norte, y que la complementaban los castillos de Montefrio y Moclín.
Territorio del reino nazarí de Granada
El recinto ocupa aproximadamente unas tres hectáreas y su estructura defensiva la componen tres líneas de muralla con siete puertas que permitían el acceso al castillo. En la actualidad, la entrada principal la constituye la Puerta de la Imagen y construida en la torre llamada también de Santa María.
Vista aérea de la fortaleza
Otras torres, hasta siete según diversos estudiosos, completaban una defensa difícil de batir como iremos viendo. Nos han llegado sus nombres: Atalaya, del Farol, la Mazmorra, Homenaje, etc.
El territorio sobre el que tenía influencia era muy amplio, llegando en su momento de más esplendor a controlar casi 700 kilómetros cuadrados. Para un mejor control y defensa del territorio se ayudaban de un sistema de atalayas, defendidas por dos o a lo sumo tres vigilantes, y que situadas en lugares elevados,casi siempre rocosos y de escasa utilidad agrícola, formaban un cinturón de protección cuya misión era la de descubrir y avisar de las incursiones del enemigo, avisando a las defensas del castillo mediante humo durante el dia, o fogatas cuando era de noche.
Atalaya de Mingoandrés y al fondo la silueta del castillo de La Mota.