jueves, 27 de mayo de 2010

Algo sobre La Mota…

Mientras te comentaba algunas cosillas sobre Pascual Sánchez, caí en la cuenta de que un paisaje y un lugar nos va a surgir constantemente durante las próximas  semanas, y que antes de continuar, sería conveniente conocerlo un poco.

Me refiero al castillo de la Mota. Si bien ese es su nombre, tomado del cerro donde está enclavado, también se le ha llamado  Alcalá de Aben Zaide, denominación que  proviene la traducción que aparece en las crónicas cristianas del nombre árabe, Qalat Banu Said, o Qalat Ibn Said.

Una vez conquistada definitivamente la fortaleza por el rey Alfonso XI en 1.341, la ciudad que se forma en su interior y, que, poco a poco, se va expandiendo hacia su ladera Este, pasa a llamarse Alcalá la Real. Pero la fortaleza, no obstante, mantendrá hasta hoy, el nombre con el que es conocida : La Mota.

AlcalaXVII Dibujo del Castillo de la Mota. S. XVII

Está ubicada la  fortificación sobre una colina que ronda los mil metros de altura sobre el nivel del mar, y que llegó a ser el punto neurálgico de una línea defensiva, casi inexpugnable, colocada por el reino nazarí de Granada en su frontera norte, y que la complementaban los castillos de Montefrio y Moclín.

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Territorio del reino nazarí de Granada

El recinto ocupa aproximadamente unas tres hectáreas y su estructura defensiva la componen tres líneas de muralla con siete puertas que permitían el acceso al castillo. En la actualidad, la entrada principal la constituye  la Puerta de la Imagen y construida en la torre llamada también de Santa María.

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Vista aérea de la fortaleza

Otras torres, hasta siete según diversos estudiosos, completaban una defensa difícil de batir como iremos viendo. Nos han llegado sus nombres: Atalaya, del Farol, la Mazmorra, Homenaje, etc.

El territorio sobre el que tenía influencia era muy amplio, llegando en su momento de más esplendor a controlar casi 700 kilómetros cuadrados. Para un mejor control y defensa del territorio se ayudaban de un sistema de atalayas, defendidas por dos o a lo sumo tres vigilantes, y que situadas en lugares elevados,casi siempre rocosos y de escasa utilidad agrícola, formaban un cinturón de protección cuya misión era la de descubrir y avisar de las incursiones del enemigo, avisando a las defensas del castillo mediante humo durante el dia, o fogatas cuando era de noche.

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Atalaya de Mingoandrés y al fondo la silueta del castillo de La Mota.

jueves, 20 de mayo de 2010

Pascual Sánchez, adalid del Rey (I)

Cómo ya te dije el día anterior, es el suegro de nuestro primer Aranda. Tuvo buen acierto al buscar esposa, y fijó sus ojos en la hija de Pascual Sanchez, y esta a su vez en él. Este Pascual era nada menos que el adalid de las tropas en la ciudad de Martos.

Esa palabra, adalid, que proviene del árabe addalil, significa guía y en castellano conserva ese significado de persona que dirige, y que una vez trasladado al ámbito militar nos identifica al jefe de una guarnición. En este terreno fronterizo en el que nos movemos, quien desempeñaba esa función, tenía asignadas importantes tareas:

Disponer las emboscadas

Formar las partidas que luego participarán en las algaradas

Elegir los lugares donde establecer las atalayas

Realizar incursiones en terreno enemigo para recabar información, etc.

Es un puesto interesante al que han dedicado sus estudios algunos historiadores, recogiendo con más amplitud no solo las funciones, sino también las peculiaridades de su nombramiento. Si te interesa saber algo más sobre los adalides, puedes buscar, entre otras, en la obra que el Conde de Clonard dedicó a la historia de la infantería y caballería españolas. Eso sí acumula algo de paciencia porque esa obra la componen 16 volúmenes.

Así que volvamos a nuestro Pascual. Mandando las tropas acuarteladas en Martos, una de las misiones que tenía era la de hostigar a los enemigos de la cercana ciudad de Alcalá la Real, camino natural y firme baluarte antes de llegar a Granada.

Una noche se dirigió hacia la fortaleza alcalaína, situada en lo alto de un cerro y del que tomaba su nombre, la Mota. Ya describiremos en su momento esta impresionante atalaya, uno de los ultimos baluartes antes de llegar a Granada.

Pascual, y así seguimos con nuestra narración, lanzó una escala sobre el adarve y consiguió meterse en uno de los corrales donde guardaban los rebaños de cabras. Su intención era proseguir hacia el interior del castillo para recabar más información, pero escuchó algunos ruidos que le alertaron. Entre el rebaño de cabras había alguien más, sigiloso, se movió hacía donde provenía el rumor y descubrió, sorprendido, a un pastor que estaba alimentando a unas crías recién nacidas.

No se lo pensó dos veces, se lanzó sobre el asombrado cabrero y consiguió inmovilizarlo. Con la boca tapada para que no diera la voz de alarma, volvió sobre sus pasos y bajó por la escala. Conforme se alejaba de las murallas iba pensando en las preguntas que le haría a su prisionero, aunque tampoco esperaba conseguir mucha información, pero en cualquier caso, se congratulaba, tenía un cautivo que podría ayudarle en las tareas de su casa.

Aquella internada, una más de las que se realizaban cada cierto tiempo, y que en un primer momento les pudo parecer insustancial, al pasar unos meses cobró una especial relevancia para el control de la fortaleza alcalaina como veremos en los próximos dias…

jueves, 13 de mayo de 2010

En tierras de frontera…

Nos habíamos dejado a nuestro fugado de la Justicia, en tierras de frontera con los reinos moros del sur de la Península Ibérica y, acogiéndose a los privilegios que la condición de homiciano le proporcionaba.
       Allí, en la ciudad de Martos, se casa con una mujer de la que solo nos ha llegado su apellido, Zayas. Y con ella tuvo al menos un hijo, conocido como Pedro Fernández de Aranda, con lo que llegamos a nuestro actual apellido desde aquel Romero de las ya lejanas tierras castellanas.

Peña de Martos

Peña de Martos con su castillo en la cima   

Este cambio pudo deberse a un intento para borrar a sus descendientes las huellas de un pasado oscuro, circunstancia que, sin embargo, luego fue usada como un mérito del linaje, aunque en su momento lo justificaron como un recuerdo y un referente al lugar de procedencia.
     La tradición también narra, basándose en comentarios transmitidos de generación en generación, que pudo haber algún hijo más y que este mantuvo el apellido inicial de Romero, fundamentando esa tesis en los numerosos habitantes que en la zona aún llevan ese apellido. Pero desconocemos, si eso llegó a ocurrir así,  el porqué a uno de los hijos se le cambió el apellido y al otro no.
       Pero entrando ya de lleno con nuestros Arandas, porque ya el antiguo apellido apenas volverá a aparecer, llegamos a un momento a partir del cual las noticias que nos llegan no son tanto basadas en las tradiciones orales y transmitidas de padres a hijos, sino aquellas  anotadas en la numerosa documentación que de la época se guardan en los archivos históricos. Eso sí, tampoco hay que creerse a pie juntillas todo lo que allí se escribe.
      Pues bien, sigamos con este Pedro Fernández de Aranda ya afincado en tierras jienenses y en continua vigilia frente a sus adversarios moros. Se nos casó con la hija de Pascual Sánchez, adalid de las tropas de la ciudad y del que hablaremos el próximo dia, y con ella tuvo cuatro hijos, tres varones, Juan Sánchez de Aranda, Gonzalo Fernández de Aranda y Andrés Fernández de Aranda, y una hija, Juana Sánchez de Aranda.
      Y te aseguro que con las andanzas tanto de ellos, como de sus descendientes vamos a tener conversación para rato, porque si el entorno que tenían era propicio para ello, no lo era menos que tampoco se andaban por las ramas ni eran reticentes a la hora de  meterse en conflictos.

Pero todo eso lo iremos viendo poco a poco.

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jueves, 6 de mayo de 2010

La torta de Aranda

Cómo todo no va a ser conversar sobre las andanzas de nuestra gente, que para eso siempre tendremos tiempo, hoy vamos a dedicarle unas líneas al tema de la gastronomía.
Hace unos días me comentaron sobre un tipo de pan o de torta de aceite, ya que de ambas maneras lo he encontrado, y que llevaba nuestro apellido.

Se trata de la torta de Aranda.

Dice una canción popular castellana...Si pasas por Aranda, prueba el vinillo, la torta de pan blanco y el asadillo...

Esta torta es un tipo de pan que se prepara desde muy antiguo en esa zona de Castilla y , a la que ahora se intenta proteger con la catalogación de Indicación Geográfica Protegida (I.G.P.) Se trata, por tanto, de un producto muy ligado desde antiguo a la alimentación de los labradores por su paladar sabroso y sus cualidades nutritivas.
La información que nos ofrece Patrimonio Gastronómico la describe como un pan de forma redonda, aplanada y con punciones en su superficie de color dorado.
Se suele preparar en grandes piezas, más de 50 centímetros de diámetro, y en torno a los 8-9 de grosor.
Esta torta contiene aceite de oliva y se la considera como el acompañante ideal para los asados.

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Por si te apetece prepararla te digo como se hace, aunque como en tantas recetas, y más en estas tradicionales, siempre hay un toque personal que distingue unas de otras,y del que no siempre se hace partícipe a los demás, incluso cuando buscaba la receta, me salía siempre para prepararla con 10 kilos de harina, algo que creo excesivo, porque para una prueba con menos cantidad debería ser suficiente, salvo que vayas a preparar un gran banquete:


1 kilogramo de harina
18 g Sal
250 g Masa madre con levadura
580 g Agua
15 g Levadura
60 g Aceite de oliva

Los ingredientes, menos el aceite, se mezclan y amasan durante 15 minutos a una temperatura de unos 26°C. Se divide y bolea la masa.

Luego se deja reposar durante unos 30 minutos en bola, así se da tiempo para que la masa crezca.
Después de reposar, se extiende la masa y se le da la forma, en el que la pieza se estira con los dedos, hundiéndolos en toda la superficie de la torta a modo de punciones.

Se unta después la torta con aceite, y se mete en el horno durante 25-30 minutos a una temperatura de 220 °C. Se hornea la torta sin vapor. Se saca la torta del horno y se unta nuevamente de aceite y ya está lista. No parece muy complicada su elaboración.

Cómo podéis comprobar, y debido a los ingredientes que lleva, es un producto con bastantes calorías, por si estáis a dieta o el tema del peso os preocupa. Una vez hecha la torta , suele durar un par de dias y conservada a temperatura ambiente, al igual que le ocurre a otro tipo de panes, al endurecerse pierde calidad.

Así que teniendo en cuenta todo lo dicho, solo falta acompañar a las tortas de Aranda con un buen asado y un vino adecuado.


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