jueves, 29 de julio de 2010

Los primeros que llegaron…

Cuando escribía hace unos dias sobre la mejicana ciudad de Arandas, pensé que deberíamos dedicarle algo más de tiempo a esos primeras llegadas de emigrantes españoles.

Más aún, cuando entre esos primeros pasajeros aparece una Aranda, Catalina de Aranda, a la que ya citamos de pasada. He vuelto a buscar en los Catálogos de Pasajeros y es la primera de nuestro apellido que aparece incluida en los pasajes allá por el año 1514. Era de Granada y viajaba a los territorios de Nueva España, al no especificar de ella más que los nombres de sus padres entendemos que era soltera y buscaba comenzar, como el resto de los que hicieron la travesía, una nueva vida.

Puerto sevilla1

El puerto de Sevilla a mediados del siglo XVI

Pero centrando el tema, el descubrimiento del continente americano vino seguido del consiguiente intento no solo de obtener beneficios económicos, sino también de inculcar la religión católica a la población autóctona. Para conseguir lo primero, se mandaron tropas para controlar el territorio, y para lo segundo, se intentó controlar el flujo migratorio con la pretensión de que solo llegaran personas de reconocida fe cristiana. Así se les prohibía el pasaje a judíos, moros, o condenados por herejía, alcanzando esa prohibición incluso a sus nietos. A pesar de existir estas limitaciones, también hay que reconocer que se eludían en muchas ocasiones, unas veces por falta de rigor en las comprobaciones, otras por las inclusiones de manera clandestina en los barcos con destino a América.

En los primeros años se necesitaba una licencia real para poder realizar el viaje, pero una vez fundada la Casa de Contratación en 1503, era esta la encargada de otorgarlas. Cómo la manera de examinar esos requisitos de idoneidad resultaban complejos y, en muchas ocasiones, de difícil comprobación, a partir de 1.511 esas limitaciones se retiran y solo queda la obligatoriedad de anotar los nombres y algunas reseñas sobre su identidad.

Pocos años después, 1517, se vuelve a restringir el viaje de nuevo, y es a partir de mediados del siglo XVI cuando se establece una normalización en cuanto a los requisitos para conseguir la licencia para embarcar. Eran necesarias una documentación personal y la información sobre limpieza de sangre, aunque esto también tenia su modo de evadir, como el figurar en documentos colectivos en los que aparecían como criados o integrantes del séquito de algún funcionario o noble

La media de pasajeros por barco, por cierto bastante pequeños, era de 14 y las condiciones del viaje no eran precisamente de comodidad, ya que viajaban en unas cámaras de 2,20, por 2,70, en la que a veces viajaban hasta cinco personas con sus correspondientes enseres, y aunque no siempre se solía llegar a ese número no dejaba de ser una exigua estancia. Y si no haz la prueba señalando esas dimensiones e intenta imaginar como cinco personas con sus baúles y alimentos pueden alojarse en ese escaso espacio disponible.

A todo eso, hay que añadir los alimentos para el viaje, que resultaban también una costo añadido, y no precisamente de los menores. Aunque como asunto curioso, y los que halláis viajado en barco quizás los habéis comprobado, debido al balanceo de la embarcación y los consiguientes mareos, no siempre se consumía toda la comida comprada para la travesía, con lo que el sobrante una vez llegado a puerto y casi siempre ante la imposibilidad de llevarlo consigo, suponía una ganancia extra para la tripulación una vez que se vendía en puerto.

La mayoría de los que emigraban estaba por debajo de los 34 años, sobre todo propiciado por las duras condiciones no solo para el viaje, sino también por la vida que esperaba al llegar.

Ruta Flota de Nueva España y flota Tierra Firme[4]

Ruta de las flotas en la travesía hacia America

Era un viaje que iniciado desde Sevilla o Cádiz, recalaban en la isla de La Martinica, tras un periodo entre 20 y 30 días, y tras reponer agua y víveres, la flota se separaba, unas embarcaciones se dirigían hacia Cartagena de Indias, mientras que la flota de Nueva España se dirigía hacia Veracruz.

Al llegar a tierra firme comenzaba una nueva odisea de la que en muchos casos nos ha llegado testimonio escrito y a la que le dedicaremos la atención que se merece, porque entre esos primeros emigrantes, además de la ya citada Catalina, iban otros Aranda, como Martín de Aranda hacia Trujillo, en Perú, Diego de Aranda, nombrado Regidor de Campeche, en Méjico, o los hermanos Alonso y Pedro de Aranda, enrolados en la compañía de García de Lerma, gobernador de Santa Marta, en Colombia…

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