jueves, 29 de abril de 2010

Crimen y perdón…

           Después del ajetreo de la batalla sigamos, ya algo más tranquilos si nos dejan, tras la senda de estos precursores de nuestros Aranda que, poco a poco, van abandonando tierras castellanas. Unas veces en busca de honores y fortuna como vimos el otro día con aquellos que marcharon hacia Aragón, pero otras, porque no les quedaba más remedio que huir,  ya que el motivo son las  cuentas pendientes con la Justicia.

Así que leamos lo que se dice de otro de estos Romero que abandona los páramos burgaleses:

             “… Suzediendo en el tiempo adelante fue otro deszendiente de este linaje de Don Romero, que se dijo, Domingo Romero. El qual siendo manzebo, sobre vandos que en la villa de Aranda avía, mató a otro, por lo qual obo de ausentar de ella y venirse a la villa de Martos, que en aquel tiempo era frontera de moros, a ganar privilejio del dicho omizidio, y allí, como cavallero bien ejerzitado en el arte militar, haziendo entradas con otros cavalleros en tierra de moros, servía a Dios y a su Rey…”

Vamos a desmenuzar un poco este párrafo, porque algunos de las palabras que aparecen nos servirán para ir entendiendo algunas de las peripecias de las que hablaremos en un futuro.

Comencemos con eso de los bandos, porque nos los encontraremos con bastante frecuencia  mientras transitemos por la historia de los siglos XIV al XVII. Y no son ni más ni menos que las alianzas que se establecen entre los miembros de una misma familia  y que se enfrentan a otro bando formado, a su vez, por los miembros de otro linaje. El motivo, seguro que te lo imaginas, conseguir alguna cuota de poder local. Aunque a veces hay otro tipo de pretextos como injurias, deslinde de tierras, etc.

El modo en que se desarrollaban este tipo de conflictos lo podemos recrear como autenticas batallas campales y casi siempre en ámbitos urbanos,  generando en ocasiones un curioso fenómeno, el encastillamiento,  el encerrarse con armas y gente en un edificio, fueran del tipo que fuesen, incluso los religiosos, para defenderse o esperar a que se apaciguaran los ánimos.

Resultado de estas peleas callejeras,en las que se empleaban todo tipo de material al alcance de la mano, desde armas a piedras, sin menospreciar herramientas artesanales o las de las labores agrícolas,  es que hubiera algún herido y, en no pocas ocasiones, algún muerto. Y cuando esto ocurría , había pocas posibilidades de resolver el asunto,  bien mantener el tipo ante los deudos del muerto que buscarían venganza amparándose en el llamado derecho de sangre, o bien, poner tierra por medio y acogerse al privilegio de homiciano.

Y esa segunda opción, y no por ello  la menos peligrosa,  fue la que eligió nuestro antepasado homicida.

Este privilegio, englobado en el llamado derecho fronterizo, era muy antiguo, ya que aparece incluso en el siglo X, pero había caído casi en el olvido hasta que, cuando se reactivan las  luchas contra los reinos musulmanes del sur, se llega a la conclusión de que se necesita más población para no solo repoblar, sino también para defender las tierras conquistadas.

Así que cualquiera que tuviera deudas con la Justicia solo tenía que acogerse a ese privilegio y dirigirse a alguna de  las ciudades a las que se les había reconocido el poder ejercerlo. Eso sí, algunos delitos quedaban exceptuados, el de traición, ruptura de tregua real, y a lo que se les añadía otra más sin perdón de ningún tipo, el raptar a  la esposa del señor feudal.

Y hacia la ciudad de Martos, perteneciente hoy a la provincia de Jaén, se dirigió nuestro hombre para purgar sus penas.

Pero, cómo de lo que sucedió allí vamos a comentarlo dentro de unos días y para terminar hoy este tema, me gustaría llamarte la atención sobre un detalle que recoge el párrafo que estamos viendo. Esas líneas están incluidas en una obra que busca la exaltación de un linaje, por lo que llama la atención que cite expresamente un origen honroso  a partir de un homicida. Pero estas obras, pueden ser cualquier cosa menos ingenuas y cualquier detalle por nimio que pueda parecer tiene su intención.

Se cita el pecado, pero no qué tipo o qué contexto rodeó a esa muerte, porque lo importante a resaltar  es la dualidad pecado-redención. Y en la Edad Media hubo una auténtica obsesión en torno al pecado. Y como una vía de expiación y de limpiar el nombre quedaba el luchar…

“ …como cavallero bien ejerzitado en el arte militar, haziendo entradas…en tierras de moros, servía a Dios y su Rey…”

Caballero, Moros, Dios y Rey , palabras y conceptos que permitirán que el linaje recupere el lustre  perdido y se encamine hacia la senda de la gloria que es a la postre lo que buscan este tipo de obras.

Pero todo eso lo iremos viendo poco a poco…

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